“El camino del artista” de Julia Cameron y su ejercicio de privación
Mis experiencias con el reconocido libro de "rehabilitación creativa", la desintoxicación de contenido ajeno, y una propuesta de adaptación a la era digital.
En unas vacaciones hermosas en San Martín de los Andes entré a una librería preguntando por “Roba como un artista” de Austin Kleon, el que recordaba de mi eterna lista de lecturas pendientes, y no lo tenían. Tras recorrer un poco, a mi novia le llamó la atención este libro, “El camino del artista” de Julia Cameron, y lo reconocí como otro de los que tenía en agenda sacado de infinitas tardes perdido por internet. Me pareció un gran momento para una lectura así y me lo llevé. En este artículo cuento un poco mis experiencias con el libro y con un capítulo en particular, el dichoso capítulo 4 y su ejercicio de “Privación de la lectura”.
Las fotos que acompañan este post son de ese mismo viaje, en Febrero del 2025, tomadas con mi Ricoh GRII.
Para acompañar este post (y un par de semanas) te dejo una playlist de Spotify con 10 discos completos diversos (van a ser 10 a partir de ahora, y la lista llevará el número de post) y un show completo en YouTube.
Snarky Puppy - Empire Central (2023)
https://www.youtube.com/playlist?list=PL52RKVKBFM32idIYCqZZHDaCNuO96oUia
En qué consiste “El camino del artista”
Pocos minutos me llevó darme cuenta que no es un libro para leer, sino un libro para hacer. En pocas palabras, el libro consiste en 12 capítulos a leerse uno por semana, con ejercicios y actividades asociadas. Mientras eso pasa tiene actividades periódicas que no cambian:
Las “Páginas matutinas” consisten en escribir tres páginas de corrido con lo primero que te surja del cerebro, idealmente a primera hora de la mañana. Como un diario, pero con más dirección y menos estructura. Esto debe hacerse todos los días.
La “Cita con el artista” es un momento que nos reservamos para nosotros mismos y dedicamos a realizar una actividad lúdica y/o recreativa. Ir a caminar a un lugar nuevo, recorrer un museo, hacer una comida que te gustaba de chico, dibujar una caricatura de tu perro, ordenar tu colección de piedras, hacerte un tratamiento de belleza en la rodilla izquierda, lo que sea. Esto debe hacerse al menos una vez por semana.
Aproveché el envión y compré un cuaderno artesanal con ilustraciones de fauna local para empezar a realizar los ejercicios al volver a Buenos Aires, y durante el resto del viaje solo me dediqué a hojearlo para ver por dónde iba la cosa. Una vez en casa, lo empecé nuevamente como se debe, es decir tomándolo como una especie de taller, con ejercicios y consignas.
Por cierto, el cuaderno lo compré en un local llamado VO.CO , donde nos quedamos charlando un rato con el dueño. Nos contó que él y su mujer venían de Rosario (la otra punta de nuestro enorme país, para quienes lean desde otras latitudes), que dejaron todo por ese sueño artista sureño, ella ilustra y diseña, él comercializa y fotea. Es muy difícil irse de vacaciones a un lugar así y no fantasear con instalarse y justo veníamos charlando de eso con Nani. Esa conversación fue la primera de muchas “sincronías” que tuve, de las que habla el libro, y ni lo había empezado a leer.
Para mi, que casi que vivo adentro de una computadora para todos mis trabajos y todos mis hobbies, que las páginas ocurran en un papel es fundamental. Me predispone distinto, me saca de la zona de confort y me hace transitar rutas poco exploradas en la cabeza. Este párrafo, de hecho, surge de una interrupción en las páginas, y está saliendo casi de un tirón sin pensar, como un flujo directo de conciencia medio en trance con la música de fondo, que es para mi la mejor forma de crear, o al menos la que más cómoda me queda.
En mi vida normal solo escribo en papel la lista del súper, todo el resto es tinta digital, así que pueden imaginarse mi sorpresa cuando se me terminó la tinta de una lapicera que compré específicamente para escribir las páginas y hacer los ejercicios. Creo que es la primera vez en toda mi vida adulta que agoto un elemento de escritura.
Una de las funciones de las páginas matutinas, recién despiertos y dejando fluir libremente las palabras, es callar al “censor” , la representación de los mandatos sociales impuestos y auto impuestos que nos impiden cuestionar nuestros propios hábitos y estructuras mentales. “Mandar un poquito a cagar al super-yo” diríamos en dialecto freudiano estricto. Ponerle intención al goce, disfrutar un poco más los momentos, mantenerse permeable y abierto al juego creativo, son otras búsquedas que van surgiendo con el correr de los capítulos.
No hay vez que haga las páginas y no me lleve algo al Google Keep, una idea para un borrador del newsletter, una frase, un disparador de canción, una puntita de hilo de la que seguir tirando después. Como iniciador de esa conversación fundamental conmigo mismo funciona joya, ya que si bien tengo el hábito de reconocer y anotar las ideas interesantes, no tengo la costumbre de sentarme a escribir porque si, y esto como que lo fuerza.
Lo que más me costó fue el concepto de “Dios”, que es fundamental en el libro, como -voy a intentar resumirlo muy resumidamente- esa fuerza motora a la que le damos para que nos dé, aquello de donde sale lo que creás y guía tu mano y tu mente con cosas que ni vos sabías que estaban ahí. La autora es muy creyente, yo cero, y si bien dice que si no creemos en el católico y occidental podemos pensar a Dios como cualquier fuerza superior, me costaba un poco visualizarlo como ”el universo” “la naturaleza” o algo así. Finalmente lo que me terminó resultando más cómodo fue pensar en ese Dios como algo que se me ocurrió hace unos días, “la versión mía que me gustaría ser y efectivamente soy en algún plano futuro o alternativo”. Un Dios a mi imagen y semejanza, o “Mi voluntad creativa” podría llamarla también. Entré a la lectura escéptico y luchando con este concepto, pero para el capítulo 5 ya estaba totalmente entregado, no pudiendo negar la capacidad de la autora de adelantarse a los procesos que me iban ocurriendo, y a eventos y ocurrencias que iban muy por encima de meras casualidades, por lo que decidí reevaluar el concepto y llegué a esta sacrílega y egocéntrica interpretación. Si te sirve, te la regalo.
Todo el libro tiene un aire medio cringe y cuesta leerlo, en especial si al igual que yo no te llevás muy bien con ese tal Dios… Pero, si te dejás llevar de verdad, que es lo que recomiendo, algunas de las experiencias y actividades que propone el libro son sumamente movilizantes. Natalia Lafourcade, Alicia Keys, Martin Scorsese, Emma Watson, Pete Townshend, Liv Tyler, Reese Witherspoon, Olivia Rodrigo, son algunos artistas que dicen haber incorporado las páginas matutinas en su rutina y consideran al libro como influencia importante en, justamente, sus caminos de artistas. Y no me queda otra que sumarlo a Nacho Dramis a tan ilustre lista (?), y eso que solo voy por la mitad.
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El ejercicio de “Privación de la lectura”
Hay un ejercicio puntual del que quiero hablar y es el del capítulo 4, que Cameron llama “Privación de lectura”, que propone por una semana no consumir “cosas hechas por otros”: Libros, revistas, radio, televisión, cine, etc. Lo primero que hay que pensar es que el libro se publicó por primera vez en 1992, la edición con algunos cambios que encontré yo es de 2002, y está basado en clases que la autora daba presencialmente desde mucho antes. El mundo era otro, internet era algo que no existía o a lo que ibas esporádicamente y no algo que venía a vos todo el tiempo. Me resulta irónico y un poco triste que lo que la autora en aquella época llama “distracciones a la creatividad” como escuchar un disco o leer un libro, yo las considero refugios casi sagrados y hasta un privilegio en los tiempos que corren.
Tengo clarísimo que lo que me distrae de lo que debería ocupar mi tiempo y mi mente, y probablemente les ocurre lo mismo a ustedes, no es un libro ni un disco, sino el consumo automatizado de redes sociales y contenidos varios por internet. Es por eso que decidí adaptar las reglas de este ejercicio, que sentí un poco anacrónico en su versión original, a mis necesidades puntuales, donde el lugar que hace 25 años ocupaban la radio y la televisión en mi vida lo ocupan Instagram y YouTube. Si encaran “El camino del artista” les recomiendo usar estas reglas, u otras que encuentren en internet (hay mucho debate al respecto dando vueltas) o armar las suyas propias, poniendo atención a no engañarse a ustedes mismos y atacar los problemas por el frente de batalla correcto. Estas fueron mis reglas:
LO QUE SI: Música, libros, el podcast de Rick Rubin, cursos que ya tenga comprados en plataformas online (y ni hablar si es en Domestika donde con el código NACHODRAMIS tenés un descuento extra), posts de gente que sigo en Substack.
LO QUE NO: Mirar fútbol y otros deportes, Instagram, Facebook, YouTube, Twitter, jugar videojuegos, ver series y películas.
EXCEPCIONES: La final de UEFA Europa League que justo caía en el medio. Los pocos capítulos que nos quedaban ver para terminar The Resident con Nani. Instagram y YouTube para búsquedas específicas vinculadas a trabajo o creaciones propias.
En resumen, si, hice lo que se me cantaron las guindas, pero bueno, es mi libro y lo leo como quiero. No, mentira, de verdad me pareció una manera razonable de adaptar el ejercicio a la era digital y a mi vida, sin que se vuelva una tortura sin fundamento pero que efectivamente active los mecanismos pretendidos.
Tardé un montón en hacerlo, pospuse la lectura de los capítulos siguientes por más de un mes, hasta que finalmente tuve el coraje de hacer la “desintoxicación”. Cuando finalmente lo arranqué, noté comportamientos muy propios de las adicciones, al punto que tuve que sacar los accesos directos a las redes sociales porque entraba mecánicamente sin pensar lo que estaba haciendo. Por cierto, Cameron menciona que tuvo problemas con el alcohol y que salió mediante el famoso programa de 12 pasos de AA, y 12 son las semanas de “rehabilitación de tu artista” que plantea el libro. A lo largo de la lectura encontré muchas analogías entre el consumo problemático de sustancias y las conductas patológicas hacia nuestra creatividad, lo cual me ayudó bastante a seguirle el ritmo, ya que vuestro humilde servidor tiene un buen camino recorrido por esos lares y está próximo a cumplir 3 años limpio.
Tal y como las páginas del manual advierten, estuve Irascible, enojado, impredecible. Casi diría que volviéndome un poco loco, con ensoñaciones diurnas, la cabeza completamente volátil, como si la gris bruma mental del tedio adormecedor y permanente se hubiese disipado de pronto, pero alguien le hubiera dado play a veinte pestañas de Chrome a la vez adentro de mi cerebro. Como teletransportarse de una siesta en una habitación donde solo se escucha el ronroneo de un aire acondicionado a un vagón del subte en hora pico.
Con el correr de los días las neuronas empezaron a encontrar caminos nuevos por los que hacer su bella sinapsis. Las páginas matutinas salen más rápido y más profundas que antes, como que está todo más… “disponible”. Hice cursos pendientes. Terminé de leer libros. Avancé proyectos. Hice música, solo y con amigos. Escribí un montón. Hice cosas “raras” con mi pareja, como pintar con acuarelas, salir a lugares donde no solemos ir, hacer una cata intensiva de variedades de mandarina, etc (son chanchitos eeeeh, pensaron que hablaba de las otras cosas raras). No sé si estoy más productivo, pero los momentos donde “pierdo tiempo” lo pierdo con un norte, haciendo cosas que considero útiles, y no llego a la noche pensando “qué poronga hice hoy que ya es la 1am”. Bah, si estás leyendo esto quiere decir que publiqué algo después de más de seis meses de pausa en un newsletter cuya periodicidad oscilaba entre quincenal y mensual. No me parece poca cosa tampoco.
¿Qué me llevo de todo esto?
Terminando hoy mi semana de privación, mi plan es establecer una vuelta a una nueva normalidad menos desbarrancada. Poner un horario determinado para consumir cierto tipo de contenido, casi como cuando era chico. Ponele, una hora de redes sociales, tres veces por semana, y privilegiando subir cosas sobre consumirlas. YouTube durante las comidas, y eligiendo lo que realmente quiero ver en lugar de la falopa que miro por defecto cuando hago cualquier cosa. No más teléfono en el baño, librito como si fuera 1998, de paso sirve para abanicarse si la lucha se pone álgida. ¿Podré sostenerlo? Ni idea, pero el problema y la gracia de escribir estas cosas en público es que siempre puedo releerlas y sentirme un pelotudo si fallo.
“Lo único bueno de ser adulto es que nadie está ahí para decirte que no podés cenar helado” me decía mi amiga y alumna Mai hace unos días. El tema es cuando venís metiendo helado en 3 de 4 comidas y se pone poco sostenible la cosa. De nuevo, conductas adictivas, holaquetal.
Ahora la pregunta es, si me conecto a IG tres veces por semana una hora como si estuviera yendo al cyber hace 25 años, ¿Cómo hago con las stories que duran 24hs de la gente que me importa, compartir las novedades de bandas y emprendedores que sigo, y todo eso? Simple, me las pierdo. Me contarán cuando los vea, si es importante me lo dirán por otro lado, en fin. Seamos claros: Si el emisor del mensaje considera, en estos tiempos donde la tecnología permite -como nunca en la toda la historia de la humanidad- la permanencia absoluta de todo lo que decimos todos aquellos que queremos decir cosas, que dicho mensaje solo merece existir por 24hs y tengo que estar ahí en el momento exacto para recibirlo dejando cualquier otra cosa que me pase de lado, se puede perder su mensaje tan importante en el orto, y la plataforma que lo contiene también. Desentramar los manejes inmundos del FOMO (”Fear Of Missing Out”, miedo a perderse cosas), el paradigma del marketing de la ausencia y la escasez, la información descartable y la comunicación incomunicada, empieza por casa. Si me van a tildar de comunista, que sirva el presente texto como mi Manifiesto (?).
Perdón, me robó el teclado un ludita medio psicópata del siglo XIX. Por algo los que saben lo catalogan como un SIGLAZO, SI-GLA-ZO. Chiste para entendidos adictos a YouTube, perdón. Retomamos.
Algunas de las fichas que suelen caerle a la gente con este libro a mi por suerte me cayeron hace un tiempo ya. Hubiese sido el libro perfecto para mi hace 10 o 15 años, pero la realidad es que hace 10 o 15 años no lo hubiese leído. La cabeza es un bicho bastante extraño. Es difícil recomendar al aire este libro porque no es para cualquier persona ni cualquier momento pero, si en los pequeños momentos de introspección que te permitís te agarra una angustia como de que te comiste una curva en algún lado y estás rompiéndole el corazón con tu vida de adulto amargo al niño que fuiste, y leyendo este texto te preguntaste cuándo fue la última vez que hiciste algo verdaderamente para tu disfrute, o por qué fue que dejaste esas clases de pintura que tanto te gustaban de chico, dale una oportunidad. A lo mejor te llevás una sorpresa, ¿O cuánto tiempo más te vas a postergar a vos mismo?.
En lo que a mi respecta, el capítulo que viene ahora trata sobre la relación con el dinero y, obvio, me tiene bastante aterrado, pero también entusiasmado, porque es otro de los grandes cucos a enfrentar. Los ejercicios se van poniendo cada vez más exigentes en tiempo y en esfuerzo mental, cuesta arrancarlos, pero termina siendo provechoso. Todos los procesos que implican cerrar viejas heridas son así.
Este post quedó ridículamente largo, debe duplicar en extensión al más largo hasta ahora jajaja cualquiera. La intención a futuro es publicar cosas más compactas, más seguido. Vamos viendo. Si llegaste hasta acá, muchas gracias. Recordá que compartirlo en tus redes sociales o mandárselo directamente a alguien a quien creas que le puede servir me ayuda a seguir cumpliendo mis más ambiciosos sueños como meterme comida en la cara un par de veces al día o dormir en un lugar con techo y paredes.
P.D: Ya que hablamos de combatir la comunicación incomunicada, este próximo 24 de Junio tengo un lanzamiento muy importante para que Hagamos algo al respecto. Pronto más.
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Otra forma de apoyar el proyecto es comprando prints y artículos diversos con mis fotos en mi tienda internacional de RedBubble. Todavía no tengo tienda para Argentina pero espero resolverlo pronto.
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♥️ no dejemos nunca de jugar, de darnos ese tiempo y deslumbrarnos con cosas nuevas
A veces nos perdemos en la rutina y sepultamos muchas cosas.
Es difícil verse en el espejo y no reconocer al niño lleno de sueños que alguna vez fuimos.
Cuando pasa eso no hay nada mejor que cenar helado, como inicio del proceso de sanación de ese ñino...